martes, 25 de mayo de 2010

Mi mito sexual.


Raúl siempre me había parecido uno de los hombres más atractivos que conocía. Pero siempre pensé que no tenía nada que hacer. Era un colega de mi hermano y me llevaba siete años. Por lo que decía mi hermano, ligaba mucho y siempre con chicas espectaculares. Así que para mí era algo así como un mito erótico que sabía que nunca conseguiría. Me fascinaba todo de él, desde su forma de hablar, hasta esas manos tan grandes... Me preguntaba cómo debía acariciar con ellas, cómo debía sujetar el cuerpo de su amante, cómo debía transformarse su rostro cuando sentía placer. Pero sabía que eran sólo fantasías, porque nunca llegaría a nada más. Siempre era muy amable conmigo, pero sólo era su forma de ser, no quería nada conmigo. Un día mi hermano me dijo que se había ido a vivir a Londres y a partir de ese momento no le volví a ver. De vez en cuando pensaba en él, en qué sería de su vida... y, bueno, en que me hubiera gustado que pasara algo entre nosotros.
Dos años después de su marcha, mi hermano me regaló por mi cumpleaños un viaje a Londres. Era un regalo de esos con un poco de interés. Él estaba saliendo con una chica inglesa, que vivía en Londres y tiene pánico a los aviones. Odia ir solo. Yo sabía que en cierta forma, además de ser un regalo muy bonito, quería ir acompañado. Pero tampoco me importaba mucho. ¿Qié más podía pedir para mi cumpleaños?
Yo hacía mucho tiempo que no pensaba en Raúl, pero mi hermano me dijo que quedaríamos con él. Lo conozco muy bien y vi claramente el plan: me quería facturar con su amigo para tener tiempo de intimidad con su novia. Volví a pensar en Raúl y en lo mucho que me había gustado. ¿Cómo estarí ahora? ¿Qué sentiría cuando lo viera? La incógnita se despejó cuando le vi en la parada de metro a la que vino a buscarnos: estaba igual de guapo y yo seguía sintiendo un cosquilleo en el estómago. Sólo había cambiado algo, ya no me sentía tan vergonzosa. Tenía más seguridad en mí misma y no creía que fuera tan inaccesible como había pensado en otro tiempo. Tampoco es que estuviera segura de que iba a caer, pero lo veía más posible.
Como imaginé, mi hermano me facturó en casa de su amigo y se largó con su novia. Entonces sí que me sentí un poco incómoda, porque pensé que igual a él le molestaba tener que estar conmigo. Pero enseguida vi que no. Fuimos a dar una vuelta y empezamos a hablar. Nos conocíamos hacía mucho, pero nunca habíamos tenido una conversación tan larga. La charla derivó a temas sexuales y el ambiente se calentó. No sé cómo le dije que tenía un novio al que le gustaba atarme a la cama y vendarme los ojos. Me dijo que le estaba poniendo caliente imginarme así y eso hizo que sintiera un escalofrío por todo el cuerpo. Le pregunté si lo había hecho con alguna chica y me contestó que sí, pero que en aquel momento sólo me imaginaba a mí de esa forma.

Mi sueño hecho realidad
Nos acercamos mucho el uno al otro y al final me besó. Fue como una sacudida eléctrica en positivo. Seguimos besándonos y decidimos ir a su casa. Llegamos a su habitación y yo pensaba que aquello era un sueño, que no podía estar pasándome a mí. Sus grandes manos eran tan o más habilidosas de lo que yo las había imaginado. Sabía cómo y dónde tocar para que me volviera loca. E hicimos realidad la fantasía. Él tenía unas esposas y me ató a la cama. Después encontró un pañuelo y me vendó los ojos. Privada de la movilidad y de la visión, me concentré más que nunca en todas las caricias que me estaba dando. Pasaba de la dulzura de sus besos a cierta dureza en sus mordiscos y la sensación era genial. Cuando oí que se estaba poniendo el preservativo, todo mi cuerpo tembló. Le pedí, entonces, que me quitara la venda de los ojos. Llevaba demasiado tiempo esperando aquello para perderme ningún detalle. Y fue mucho mejor de lo que me podría haber imaginado. No sé cómo lo hacía, pero se movía de una forma alucinante, yo nunca había estado con un chico que se moviera tan bien.
Ese fue el principio de un fin de semana en el que casi no salí de su apartamento. Mi hermano se excusaba continuamente porque estaba con su novia, pero le decía que no se preocupara, que su amigo era un anfitrión perfecto y que me tenía muy bien entretenida...

1 comentario:

Laura Alonso Requejo dijo...

Espectacular :o
te sigo un besito y sigue así!