viernes, 18 de mayo de 2012

Sin esperar el amor.


Javier era mi compañero de trabajo. Era el típico colega con el que vas a desayunar y criticas a la empresa. Los dos trabajábamos en el mismo departamento y siempre nos cubríamos y nos hacíamos favores. También nos explicábamos nuestras historias personales. Él, por ejemplo, cortó con su novia y la tía le hacía mucho chantaje emocional. Javier estaba hecho polvo y yo intentaba aconsejarle y subirle el ánimo. Cuando mi padre se puso enfermo, también fue la persona con la que más hablé del tema y que más me ayudó. De esta forma, construimos una amistad muy sólida, que nunca se basó en nada más. Me refiero a que nunca tonteábamos, ni el uno estaba enamorado del otro sin decirlo, ni todas esas cosas que a veces pueden pasar entre dos amigos.
A menudo, cuando salíamos del trabajo, nos tomábamos una caña para no quedarnos con esa sensación de que la vida consiste en ir de casa al trabajo y del trabajo a casa. Pero, en general, nuestra amistad era algo de él y mío. Me explico: Yo tenía mi grupo de amigos y él el suyo y no quedábamos los fines de semana para vernos ni nada de eso. Sin embargo, cuando iba a celebrar la fiesta de mi cumpleaños, quise que él estuviera allí, porque era mi amigo y aunque no conociera al resto de la gente, me hacía ilusión compartir ese día también con él. Javier aceptó encantado y vino con un amigo suyo, porque supongo que también le daba un poco de corte no conocer a nadie.


CAMBIO DE VISIÓN
Cuando le vi llegar a la fiesta de mi cumpleaños, no sé cómo explicarlo, pero le vi diferente, como si de repente fuera otra persona. A ver, lo vi como a un hombre y no como a un amigo. Fue encantador con todo el mundo y a todos mis amigos les cayó genial. Y, de repente, pensé que igual sentía algo hacia él. Pero rápidamente me quité aquella idea de la cabeza, atribuyéndosela a la última copa. No. No podía ser. Me hubiera dado cuenta antes. Yo siempre que me había enamorado de alguien, había sido desde el principio. Así que me convencí a mí misma de que estaba viendo espejismos.
Pero luego, volvió a pasarme algo raro. Un par de amigas mías me dijeron que Javier les gustaba y en vez de alegrarme, me entero celillos. No algo insoportable, pero si un leve pinchazo que con un amigo no tendría razón de ser.
El lunes siguiente la relación entre él y yo era como siempre. Yo me convencí de que lo que me había pasado es que había visto visiones. Al final de la semana me comentó que él quería ir a ver una serie de conciertos que hacían durante todo el sábado y me propuso que le acompañara. Acepté y, entonces, me di cuenta de que volvía a sentir algo hacia él. Me hacía muchísima ilusión que me he hubiera invitado y quería pasar más tiempo a su lado.
Aquella tarde, cuando llegué a mi casa, estaba demasiado contenta para haber recibido la invitación de un simple amigo.
Y bueno, el sábado, cuando lo vi fuera de la oficina, tuve esos calambres en el estómago que te dan cuando ves al chico que te gusta. Estuvimos todo el día con los conciertos y nos lo pasamo muy bien. Cuando ya oscurecía, me dijo que se lo estaba pasando muy bien y que no quería que lo que me iba a decir afectara nuestra amistad, pero que conmigo se lo pasaba mejor que con cualquier otra chica que hubiera conocido y que le gustaba mucho. En ese momento, yo no dije nada, me quedé sin palabras, pero supongo que vio la ilusión en mi cara. Se acercó y me besó. Y fue uno de los besos más auténticos y apasaionados que me han dado en mi vida.
Aquella noche estuvimos hablando de lo que sentíamos, y acabamos haciéndolo de una forma que nunca antes había experimentado: Llena de amor y pasión. Éramos él y yo fundiéndonos a cada vaivén de nuestros cuerpos. Nos compenetrábamos a la perfección. Fue algo precioso, inolvidable.
A partir de ese día, empezamos a salir juntos. Era extraño, porque, claro, no es como que quedas con alguien y después de trabajar te vas a casa y te arreglas. Él me veía a primera hora de la mañana gruñendo por un café y luego, cuando salíamos de la oficina, dejábamos de lado el trabajo y éramos otra vez simplemente él y yo. De eso hace dos años y creo que no puedo ser más feliz que estando a su lado.