martes, 1 de junio de 2010

Sin edad.


Tenía unos 22 años cuando conocí a Salva. Parece que sea la típica historia de chica encuentra chico. Pero era un poco más complicada. Él era amigo de mi padre. Tenía 20 años más que yo. Llevaba un matrimonio fracasado y dos hijos a sus espaldas. Lo conocí en una cena que organizaron mis padres. Mi padre era conocido suyo, pero no eran íntimos y ésa era la razón por la que no nos habíamos visto mucho. Él es abogado y yo entonces estudiaba derecho. Mi padre me dijo que le comentara todas las dudas que tenía y con esa excusa empezamos a hablar.
Me sentía muy a gusto con él y me parecía muy atractivo. Es el típico pensamiento que te pasa por la cabeza, pero que desechas rápidamente porque sabes que es una locura. Yo estaba preparando un examen en su especialidad y me dijo que si tenía alguna duda le llamara.
No pude quitármelo de la cabeza en los siguientes días. Pensé que tenía la excusa ideal para volver a verlo y la utilicé. Quedamos en su despacho hacia las siete. Me explicó varias cosas y se nos hizo tarde. Me invitó a tomar algo y yo acepté encantada, como podéis suponer. En el bar, la conversación se volvió más personal. De repente, no existían las fronteras de la edad. Éramos dos personas que hablaban de sus sentimientos. A mí no me es tan fácil sincerarme, pero él hacía que me sintiera muy cómoda y tranquila. A medida que pasaba el tiempo, me daba cuenta de que me gustaba todo: sus gestos, su voz, su forma de mirar...
Se hizo tarde y se ofreció a llevarme a mi casa. Cuando entramos en el coche los dos sabíamos que sentíamos lo mismo. Teníamos ganas de besarnos. Y de forma muy natural lo hicimos. Después nos miramos sorprendidos. Yo fui a decir algo y él me puso el dedo en los labios para que no hablara. "Hay muchas cosas, pero las pensaremos mañana. Ahora sólo quiero saber lo que te apetece. ¿Te llevo a tu casa o a la mía?".
Le susurré que a la suya. Una vez allí, nos dejamos llevar por la pasión. Yo había estado con varios chicos, pero aquí se ha de reconocer que la experiencia es un grado. El sexo fue fenomenal. Sentí cosas que nunca había sentido. Cuando acabamos, él me dijo: "Creo que ha sido uno de los mejores polvos de mi vida. Y que lo diga yo a mi edad ya tiene mérito".
Era el momento de "la conversación" y del "¿ahora qué?". Él fue al grano: "Me gustas mucho y hace tiempo que no sentía esto. Me gustaría seguir viéndote, aunque no sé dónde nos puede llevar todo esto".

SALIMOS JUNTOS

A partir de ahí, empezamos a salir juntos. Tuvimos que aguantar mucho. Nadie daba ni un euro por nuestro amor. Mis amigos decían que se estaba aprovechando de mí o se reían porque salía con "el viejo". Los suyos sonreían y le decían: "qué bien te lo montas con una jovencita como ésta". Los tópicos son horribles y sólo hacen daño. No había nada de eso. Estábamos enamorados y nos queríamos mucho. Lo más duro fue cuando se enteraron mis padres. Pero al final no les quedó otra que aceptarlo.
Al cabo de medio año nos dimos cuenta de que prácticamente vivía en su casa. Así que decidímos que me mudaría. Los primeros meses fueron increíbles. Pero después...todo cambió. Al principio de la relación los dos nos habíamos esforzado mucho. Él salía conmigo por ahí y hacía cosas que igual no le apetecían mucho porque ya las había hecho muchas veces en su vida. Yo tenía muchas ganas de estar con él y renunciaba a cosas que hacían mis amigos y la gente de mi edad por estar con él.
Pero cuando ya pasa ese período incial en el que harías cualquier cosa por el otro, tienes ganas de hacer lo que realmente te apetece. Y en nuestro caso era cosas muy diferentes. No habíamos disimulado, pero no podíamos engañarnos.
Así que poco a poco nuestra historia se fue diluyendo. Cada vez pasábamos menos tiempo juntos. El final fue triste, pero dulce. No hubieron reproches. Yo no sabía qué nos estaba pasando, pero sentía que ya no era lo mismo. Él me lo explicó y los dos decidimos separarnos.
Ha pasado mucho tiempo y lo he superado. Pero pese a todo sé que es la historia de amor más bonita que he tenido y tendré en toda mi vida.