viernes, 29 de junio de 2012

Una chica dura


Luis era el camarero del sitio al que siempre íbamos a tomar cañas. Y estaba buenísimo. Pero tenía claro que era una bala perdida. Si nos quedábamos hasta que cerraba el bar, siempre le veíamos salir con una chica diferente. Un par de veces, dos chicas le montaron un cirio en mitad del local, porque según ellas se había portado fatal con ambas. No era difícil de imaginar. Mi amigo Gorka siempre hacía bromas con el tema, decía que no entendía cómo se lo montaba el tío para siempre estar con unos pibones increíbles. Yo podía imaginarme cómo se lo montaba. Era de esos chicos que si no vas con cuidado, te rompen el corazón, pero que si sabes mantenerlo bien resguardado, te pueden dar la noche de tu vida.

Pero como siempre estaba tan solicitado y las chicas con las que iba estaban tan buenas, ni siquiera me fijaba en él. Y quizá eso fue lo que le picó. Empezó a tontear conmigo, a lanzarme piropos y yo le decía que sabía muy bien que eso le funcionaba con todas, pero que a mí no me iba a ablandar. Creo que el hecho de que le tratara así, hizo que se fijara más en mí.

Un día cuando iba al baño, se coló por detrás. Me sujetó los brazos contra la pared, se acercó mucho a mí y me dijo:

- Ahora, júrame que no quieres que te bese.

Aquello fue demasiado. Me puso a cien, pero no quería caer en su trampa. Así que le pedí que me soltara y cuando lo hice, fui yo la que le sujetó las manos y le dijo:

- Soy yo la que decido cuando besarte.

Y le di un morreo. Aquello le puso a cien. Pretendía hacerlo en aquel baño. Pero yo no quería, porque realmente, si me acostaba con él, quería disfrutarlo de verdad y que no fuera únicamente un polvo rápido en un baño. Así que le dije que con un beso mío tenía más de lo que se merecía y me fui.

Estuvo todo el rato mirándome, mientras que yo hacía ver que no le veía y hablaba y me reía con mis amigos. Cuando me acerqué a la barra, me preguntó por qué le trataba así. Le sonreí y le dije que algo habría hecho en esta vida o en la otra y me volví a ir. Yo sabía que normalmente, cuando acababa del bar, se iba a una discoteca en la que nos habíamos encontrado alguna vez. Así que nos fuimos del bar y yo ni siquiera me despedí. Sabía que me lo volvería encontrar en la discoteca y también sabía que le gustaba que le diera mala vida.

NO PUDE RESISTIRME MÁS

Cuando me vio en la discoteca, estaba como molesto, porque no me había despedido de él. Le dije que sabía que me lo encontraría allí y que ya iba tocando que alguien le bajara los humos. Entonces le susurré que en vez de discutir tanto lo que quería era ir a su casa. El juego de hacerme la dura me había divertido, pero en ese momento quería estar entre sus brazos. Nunca he visto a nadie coger tan rápido su chaqueta, darme la mano, salir de una discoteca y pedir un taxi. De camino a casa, nos tocamos. Tuvo morbo, porque tampoco podíamos llegar muy lejos porque el taxista se hubiera quedado con la historia.

Yo, normalmente, no soy tan decidida como lo había sido con Luis, pero me divertía jugar aquel papel y seguí con él cuando llegamos a la casa. Le expliqué que le diría lo que quería en cada momento y que él lo tendría que hacer. Se le notaba que le daba mucho morbo aquel juego. Le pedí que me desnudara y que me hiciera sexo oral. Sabía perfectamente lo que me ponía. Su lengua me llevó al cielo en un tiempo récord. Entonces decidí que era el momento de premiarle y mi boca envolvió su sexo. Me gustaba sentirlo tan excitado. Me pidió que parara, porque se iba a correr ya. Entonces me preguntó si él podía hacer algo sin que yo se lo pidiera. A mí ya me había cansado el juego y me apetecía sentir su fuerza y su pasión. Le dije que sí y cogió otro preservativo. Abrió el armario que había delante de la cama y tenía un espejo. ¡Que preparado lo tenía todo para cualquier visita! Me puso a cuatro patas, de cara al espejo y entró en mí. Me daba un morbo increíble verme a mí y verlo a él de esa manera. Fue un polvazo en toda regla. Acabamos agotados y abrazados. Entonces me dijo que no había conocido a ninguna chica como yo y que le gustaría que la cosa fuera a más. Pero yo sabía que si no iba con cuidado, me iba a romper el corazón, así que le dije que aquello sólo pasaría una vez y que no volveríamos a repetir.